sábado, 31 de marzo de 2012

Travesía Cuivo - Mortero de Astrana

Carlos y Edu Heras, Pilar, Rubén, Camacho y Aranda

 
Aunque algunos de nosotros ya habíamos realizado esta travesía en la Semana Santa de 2011, nos apetecía repetirla. No sólo por compartirla con el resto,  sino porque disfrutas como en un parque acuático.



 

Así que, después de instalar Pilar el Mortero de Astrana por el lado de la rampa, nos dirigimos a la boca del Cuivo, la cual nos costó bastante trabajo encontrar a pesar de haber estado el año anterior. Y era porque no recordábamos que está a escasos 5 metros a la izquierda de un hito que te encuentras subiendo. Pero finalmente, el máquina de Carlos Heras fue quien dio con ella ¡¡¡cómo no!!!,  y éste contratiempo solo supuso un pequeño retraso y una gran sudada de los ingenuos que, como el que escribe y alguno más llevábamos puesto el neopreno desde los coches.













Comenzamos a bajar y saludamos a nuestros viejos amigos tritones y salamandras que hay en la base del primer pozo y que continuaban en el mismo sitio donde los vimos doce meses atrás, tan tranquilos, ajenos a crisis, mercados y primas de riesgo.  


 


Avanzamos deprisa, pues teníamos ganas de sumergirnos en alguna poza y refrescarnos. Carlos iba instalando y yo desinstalando ayudado por Camacho, metiendo la cuerda en la saca según la recuperábamos y pasándola hacia delante para que al primero no le faltase material.
























Pronto cogemos el cauce activo del río Cuvieja, y aquí comienza la diversión!!! Las pozas se suceden, unas con más profundidad que otras, y hacen que todo el calor  acumulado desaparezca rápidamente. Noto la misma sensación que cuando desciendo barrancos, pero quizá aquí, bajo tierra, es más intensa, ya que la fuerza del agua y su ensordecedor ruido está amplificado por el eco que producen los espacios cerrados.













Un poco mas adelante, nos desviamos por la derecha dejando el curso del río y adentrándonos en una zona embarrada, pasando de las pozas de agua fría a las de lodoterapia, pues en algunas de ellas el barro nos llega hasta la cintura. En algunos sitios, este fango es tan pegajoso que nos cuesta andar y los mosquetones, puño, cabos y descendedor se van convirtiendo en figuras de arcilla camufladas en nuestros monos y arneses.


 
















Por fin llegamos a la sala de la lavadora, donde encontramos un enorme charco de aguas cristalinas, y que como su nombre indica, nos sirve para zambullirnos literalmente en él y despegarnos la costra de barro que nos cubre desde el casco hasta las botas. 









Ya con los monos de color rojo otra vez, dos kilos menos de barro y un poquito mas de frío, continuamos nuestra travesía, y excepto por el pozo de 20, en el que mi saca baja mas rápido que yo (no la llevaba atada al arnés, y al darle una patada cayó por el pozo antes que yo empezase a bajar; suerte que ya había colocado el cordino para recuperar en doble y la cosa no pasó de un pequeño encogimiento de mi estómago), llegamos a la zona de conexión sin mas contratiempos.


La luz de Aranda con el corazón en un puño tras dejar caer la saca por el pozo.

Mientras vamos comentando entre risas los chapuzones y resbalones por el barro, alcanzamos las rampas que nos llevarán a la salida por el mortero. Es un espectáculo para la vista salir por el mortero con la luz del día, ya que los rayos de sol inciden sobre la vegetación creando una gran variedad tonalidades verdes y marrones.





Suben todos y nos quedamos desmontando Rubén y yo y sobre las 20,30 h llegamos a los coches, donde nos recibe el resto del equipo con una cervecita fresquita, para celebrar, que una vez mas, hemos descendido a las profundidades para resurgir de ellas con los ánimos renovados.  




Muchas gracias compañeros por dejar que os acompañe en estas travesías y hacer posible que pueda encontrarme conmigo mismo, disfrutando de las entrañas de la Tierra.