viernes, 8 de junio de 2012

Torca Juanin

Participantes: Pilar Carrasco, Carlos y Edu Heras, Camacho y Aranda

Hace ya algún año, nos había comentado Carlos, que existía una sima en Asturias con un secreto espectacular en su interior y hasta ahora no habíamos tenido oportunidad de comprobarlo. Pero como hace unos días, oímos rumores de que iban a prohibir la entrada, decidimos que era el momento de visitarla.
Así que, a las 7,00h del día 8 de junio nos levantamos en la Casa de Aldea Florentina en Arenas de Cabrales (estancia muy recomendable por la amabilidad de su dueña), y después de devorar el estupendo bizcocho y tostadas que nos preparó, nos encaminamos hacia Oceño, pequeña aldea donde se encuentra la torca. Según llegas al pueblo, hay que coger una calle a la derecha y  continuar por una pista hasta un abrevadero, donde se gira de nuevo a la derecha hasta llegar a un collado, y antes de llegar a unas casas para el ganado, a mano izquierda y a unos cien metros se intuye la dolina donde se halla la torca.




 
Preparamos sacas, nos cambiamos y sobre las diez y media, Carlos comienza a instalar el acceso, y uno tras otro nos vamos adentrando en la negrura de la sima, dejando arriba el verdor de la vegetación del primer pozo.
Continuamos bajando pozos enlazados, y poco a poco se van vaciando las sacas de cuerda.





Es ésta, una sima en la que hay que utilizar una gran cantidad de material, con lo que las sacas que llevamos pesan bastante y es un alivio cuando este peso va disminuyendo. Por fin, llegamos a -200 aprox. y sabemos por la topo, que en esta cota comienza una gatera de unos 60 m. que nos llevará a la ansiada Sala Azul.







 
 












En esta zona, las formaciones comienzan a adquirir un tono gris lechoso, lo que hace que comencemos a imaginar lo que tenemos un poco más adelante.








Paramos a comer un poco (no demasiado, que luego me atasco en la gatera) y reponer fuerzas y decidimos que no vamos a bajar a la Sala Blanca, con lo cual dejamos aquí todas las sacas y parte del equipo individual, para pasar más cómodos por la estrechez. Excepto por un par de pasos un poco más complicados, pasamos la gatera...



sin problemas, en gran parte,  gracias a que Carlos que va el primero y se mueve como una lagartija en los pasos estrechos, nos va indicando en que postura se pasa de forma más holgada.





De repente, llegamos al final del paso y nos damos de bruces con lo que buscábamos. Frente a nosotros aparece  la primera formación de color azul aguamarina,...


 ...algo que hace que nuestras pupilas se dilaten y nuestra retina grabe esta información a fuego en nuestro cerebro. A esta primera formación, le siguen varias, a cual de mayor belleza, y a nosotros nos recorre una excitación difícil de explicar, y vamos recorriendo la sala y llamándonos entre nosotros, cada vez que alguno descubre otra estalactita, estalagmita o incluso hasta excéntrica del color del océano.














Comenzamos una sesión fotográfica que se demora cerca de una hora, y ya, cuando hemos visto hasta el último rincón y nos hemos hecho a la idea de que lo que vemos es realidad y no estamos soñando, decidimos desandar el camino, pues nos queda un largo trecho para salir a la superficie de nuevo.

 



 


Volvemos a pasar la gatera a la inversa, recogemos nuestros equipos y sacas y comenzamos a remontar pozos. Edu en primer lugar, seguido de mi, ya que en esta ocasión son Pilar y Camacho quienes han decidido desinstalar, demostrando los conocimientos que han adquirido en tan poco tiempo, ayudados a la vez por Carlos en algún péndulo un poco más expuesto. Así que cuando salimos Edu y yo sobre las 21.00 horas, decidimos sorprender al resto yendo a buscar unas cervezas que habíamos dejado debajo del coche para que se enfriasen. La sorpresa nos la llevamos nosotros, cuando descubrimos que han desaparecido y que algún lugareño ha debido dar cuenta de ellas; ojalá se te indigesten!!! Si las encuentras, bébete una, pero no te lleves las doce.
En fin, esperamos al resto del grupo que salen sobre las 22.30 y volvemos a Arenas de Cabrales, a ver si encontramos un bar dónde nos sirvan algo de comida, pues son ya muchas las horas que llevamos de ayuno. Pero todos lucimos una sonrisa, porque la visión de la sala de que hemos disfrutado unas horas antes, en las profundidades de la tierra, es de tal belleza que deberán pasar muchos años antes de que se nos olvide.