sábado, 8 de diciembre de 2012

Torca del Mostajo


Participantes: Carlos Heras, Pilar Carrasco, Carlos Aranda y Raúl Camacho (el que escribe)

Era nuestro último día de cuevas por Cantabria y la actividad de los dos días anteriores empezaba a hacer mella en nuestros músculos, así que decidimos despertamos con tranquilidad y entrar a explorar la torca del Mostajo. Y digo explorar porque sólo disponíamos de una topografía un poco confusa en la que no aparecían dimensiones y solo indicaba un único camino con desvíos a muchos interrogantes. Sin embargo, nos conformábamos con comprobar si los pasamanos que mostraba la topografía estaban montados y encontrar la entrada al pozo de 40 m.

El camino para llegar a la torca es bastante bueno y está cementado pero con unas curvas y pendientes de infierno. Subimos por él hasta llegar a un pequeño hueco, cerca de una torre de electricidad, donde se puede aparcar el coche. Una vez allí, empezamos la tarea más difícil de todas, CAMBIARNOS de ropa a una temperatura de un gradito!!! Lo cual se suele hacer corriendo si no queremos pillar un resfriado. Ese día además teníamos cierta prisa por empezar, pues teníamos curiosidad por conocer esta cueva en la que ninguno habíamos estado antes…y yo con más ganas todavía pues iba a instalar el pozo de entrada, mi primera vez!



La boca de la torca se encuentra fácilmente porque se encuentra a 10 minutos desde donde se deja el coche, en plena ladera de la montaña y en ella esta situada junto al único grupo de árboles de la zona. Árboles con los que poco después me tuve que pegar para poder instalar la cabecera del pozo.

La instalación es bastante buena con spits y algún parabolt de 8mm. El pozo según la topo es de 20m, pero está fraccionado, por lo que es mejor llevar una cuerda de 50m ya que se debe realizar un reaseguro a una piedra cercana al pozo para poder llegar al fondo sin ningún problema. Empiezo instalando algo lento por ser primerizo en esto, desde abajo notaba la mirada de todos mis compañeros en mi cogote que se estaban mojando con la lluvia y seguro que no era muy agradable.




Instalado el pozo, empezaron a bajar mis compañeros y una vez todos abajo comenzamos a explorar. Inicialmente las galerías son enormes y con bastantes formaciones. Fuimos avanzando sin saber bien por donde estábamos con la intención de llegar a la estrechez y tras pasarla encontrar el pozo regado de 40m. 

 


Después de mucho andar encontramos lo que nos imaginamos que era la estrechez, os informo de que no es una estrechez es una gatera bastante mala y estrecha pero que si le coges el truco se pasa bien y más si lleváis delante “al dire-retroescavadora” jejeje. En la propia gatera existe una bifurcación en la que hay que girar a la izquierda…sí, por el camino malo :P



Tras pasar el mal trago en el que todos salimos bastante cansados, nos encontramos otra vez con salas grandes y con formaciones que llevan a una nueva estrechez. Esta es la tónica de toda la cueva.  Seguimos, seguimos, y seguimos pero no encontramos el pozo, así que después de mucho pateo decidimos parar a comer y retomar el camino de vuelta...


























 











...aprovechando para hacer fotos de todo.










    A mitad de camino de la salida, escuchamos por casualidad un fuerte goteo. 

Se nos ocurrió asomarnos a una pequeña ventana que se abría en la pared y allá encontramos la cabecera del pozo regado, por fin! Era tarde y se nos echaba el tiempo encima, por lo que decidimos no bajar. Sobre todo porque estábamos pensando en la gatera que nos esperaba y que aunque no se nos había hecho excesivamente mala a la ida, no sabíamos como iba a ser a la vuelta. 

 

Sin embargo, pasamos como si nada y desde ahí ya estaba todo hecho. Un poco de pateo, el pequeño pozo de salida y a la calle.



Una vez fuera, todos estábamos de acuerdo en una cosa, había que volver para bajar el pozo y adentrarnos más allá de los interrogantes de la topografía que llevábamos.

  

jueves, 6 de diciembre de 2012

Travesía Tibia - Cueva Fresca

Participantes: Pilar Carrasco, Raul Camacho, Carlos Aranda y el que escribe, Carlos Heras

Por fin había llegado el tan esperado puente de diciembre y, como siempre, subimos a Cantabria para darle un poco de caña al cuerpo. Nuestra intención para esos días era tratar de hacer la famosa travesía de tibia – cueva fresca, aunque no lo teníamos muy claro porque llevaba toda la semana lloviendo y nevando.

El miércoles, cuando llegamos, pudimos comprobar que toda la montaña esta nevada, lo que indicaba que las previsiones meteorológicas de las semanas anteriores habían acertado. 



Sabíamos que esta travesía tiene unos antecedentes peligrosos por crecidas en el río de tibia. Así que echamos un último vistazo a las previsiones, que nos confirmaban que el jueves haría sol, y que el viernes a mediodía comenzarían otra vez las lluvias. Nos juntamos todos para valorar la situación y, aunque seguro que nuestras conclusiones no eran muy lógicas, decidimos realizar la travesía el jueves.

Como yo ya la había realizado en otra ocasión, sabíamos que había que madrugar bastante porque la aproximación es larga y la travesía más aun. Por lo tanto madrugamos mucho y enseguida nos pusimos en marcha.
Una vez en el aparcamiento nos preparamos rápidamente y sin perder un instante comenzamos a andar. Todos conocíamos este camino ya que este año lo habíamos recorrido en varias ocasiones para buscar la boca y realizar la travesía de las Hazas tras el Albeo. Nuestra primera sorpresa llegó pronto, pues nada más comenzar a andar  nos encontramos con que el río Asón llevaba muchísima agua y no podíamos cruzarlo. Después de un buen rato tratando de buscar otro paso, decidimos bajar con el coche a las casucas (donde habíamos dejado el otro coche), y desde ahí comenzar el acceso por el PR que conduce a la cascada del Asón. Este pequeño contratiempo nos retrasó bastante pero en tan solo dos horas, aunque con más calor de lo esperado, llegamos a la boca de tibia.






Hicimos un pequeño descanso para comer una chocolatina y recobrar el aliento antes de colocarnos el equipo vertical y ponernos manos a la obra. Mientras descansábamos volvimos a hacer una valoración de la situación, ya que de camino a la boca habíamos observado que las altas temperaturas del día están derritiendo mucha nieve. Sin pensarlo más decidimos seguir adelante, así que nos colocamos el equipo y comencé con la instalación del pozo de entrada. 


Este primer pozo de unos 14m es un poco incómodo y estrecho en su principio, y eso que tuvo que ser ensanchado debido a un rescate.
Tras descender este pozo y recuperar la cuerda, recorrimos una pequeña galería que conduce al siguiente P9, el cual bajamos sin dificultades aunque los goteos eran bastante abundantes. 


Continuamos por un corto conducto, que tras un pequeño resaltillo nos deposita en la cabecera del primer pozo de 85m, donde los compis se sorprendieron de la rapidez con la que habíamos llegado a este punto.



Uno tras otro fuimos descendiendo el pozo sin problemas y Aranda, en un visto y no visto, retiró las cuerdas para poder continuar con la aventura.


Desde la base de este pozo se continúa por un meandro desfondado, el cual pone a prueba nuestras habilidades en pasos expuestos en los que debemos hacer oposiciones un poco apretadas (en realidad es bastante fácil pero me llevé la bronca de estos por no avisarles de que había oposiciones). 

En este meandro comenzamos a oír una fuerte corriente de agua, y como es lógico, Camacho me preguntó si la otra vez que realicé esta cueva se oía tanto. Como no me parece correcto engañar a nadie, le dije que la otra vez no corría ni gota, y fue en ese momento cuando comenzó a haber algo de preocupación por la carga que pudiera llevar el río. Mientras recorríamos el meandro recordé a los compis el efecto “eco” que suele haber en las cuevas y así quitar un poco de chicha al asunto.
 

El final del meandro nos condujo al P19 que bajamos en un periquete para posteriormente hacer lo propio con el sucesivo P30...

 

que nos permitió ver ese torrente de agua que anteriormente oíamos, y que para nuestra tranquilidad, efectivamente era todo eco. 



Llegados a este punto paramos un momento para echar un rápido trago de aquarius por que lo que venía ahora era la famosa “estrechez de Tibia”. 
Después de relajarnos un pelín, expliqué como colocarse en la estrechez que poco a poco fuimos cruzando, primero yo, después Pilar y Camacho, y por último Aranda, el cual tuvo algún problemilla en la parte final pero que con ayuda de Camacho solucionaron sin problema. Esta dificultad nos condujo hasta otra no más agradable, ya que habíamos llegado al pozo del péndulo, en el que la recuperación de la cuerda es bastante complicada. Las cuerdas fijas que se encuentran en este pozo se pueden utilizar como “cuerda guía” o para que baje únicamente el último (yo personalmente recomiendo lo primero). Para la recuperación de la cuerda seguramente se puedan usar mil tácticas, pero como yo ya conocía el percal y la primera vez nos fue muy bien, optamos por seguir la misma técnica. Desde aquí descendimos dos pequeños resaltes que conducen a una amplia galería y la recorrimos sin dificultades llegando inmediatamente al pozo de 85m que da por concluida la vertical. 


Lo descendimos sin problemas y una vez recogidas las cuerdas decidimos parar a comer una vez pasado el río, así que sin perder ni un segundo nos pusimos en marcha. Cuando llegamos al primer afluente pudimos observar que no llevaba mucha agua, pero avisé al resto de que no se emocionaran por que ese no era el río. 



Continuamos avanzando y llegamos al río donde comprobamos que aunque llevaba un poco de agua, no era problemático. Lo recorrimos rápidamente hasta encontrarnos con una cortina de agua que nos pegó un pequeño remojón, justo antes de cruzar las marmitas que nos condujeron a los pozos de unión. Subimos primero el incómodo pozo de 15m y, tras una corta galería, el pozo de 10m que tiene una salida un poco estrecha, prosiguiendo por una galería ascendente tras la cual paramos a comer.

Después de reponer fuerzas, la siguiente dificultad era la más que conocida “Diaclasa de los Parisinos”, que nos conduce a la parte más estrecha de esta travesía. Tras recorrer estas estrechas galerías y sortear los pequeños resaltes y rampas que se suceden en este tramo, llegamos a la gran sala “Revelais” pero no sin llevarnos una gran sorpresa, el último paso estrecho había desaparecido a consecuencia de unas prácticas de la UME (si publico mi opinión respecto a esto por internet seguramente me las vería con un juez).


A partir de aquí el sistema cobra otras dimensiones y esas pequeñas galerías pasan a ser de unas dimensiones impresionantes. 


Después de sortear por la derecha la gran sala, entramos en una inmensa galería llamada “La Quinta Avenida”, que se recorre con gran rapidez. Desde aquí la cueva se recorre con gran facilidad a pesar de los constantes pasamanos que nos encontramos a nuestro paso. En primer lugar llegamos a la “Vira de la Araña” y a los pocos metros al “Trascartin”. 


Tras recorrer una galería que estaba llena de barro llegamos al “Bloque 64” y después de subir unas rampas bastante resbaladizas y sortear un pequeño resalte, nos encontramos en los laminadores que hay nada mas entrar por cueva Fresca. En cuestión de unos minutos estábamos en la calle donde hicimos la correspondiente foto de grupo y echamos cuentas de lo que hemos tardado, en esta ocasión habían sido 9 horas de travesía lo cual estaba muy bien. Nos felicitamos y enseguida nos dirigimos al coche. Una vez allí, nos quitamos la ropa embarrada y nos fuimos directos a tomar unas cervezas que nos las hemos ganado.  




sábado, 24 de noviembre de 2012

Travesía Caballos - Valle

Participantes: Carlos Heras, Julio García y la que escribe, Pilar Carrasco

Había  estado lloviendo toda la semana pero el fin de semana el tiempo nos daba una tregua y como le teníamos muchas ganas a esta travesía, decidimos subir a Cantabria a hacerla. Para Carlos era su segunda vez, pero para Julio y para mí era algo totalmente nuevo. 

A las 09:00 h de la mañana del sábado ya estábamos con el coche aparcado cerca de la boca de Caballos, ya desayunados y preparados para darlo todo. Sabía que la travesía iba a ser dura y nos iba a llevar bastante más de 10 horas, pero íbamos descansados y no nos faltaban ganas.



 

Nos pusimos a preparar las sacas y después a vestirnos. Fue aquí cuando Julio se dio cuenta de que no había traído el mono exterior…¡Momento de indecisión! ¿Meterse en la cueva con dos monos interiores o dejar la travesía para otra vez?...Al final Julio decidió entrar con los dos monos interiores, que sea lo que Dios quiera!















En media hora llegamos desde el coche a la boca de la cueva...
 


...y comenzamos a bajar en estrecho hasta llegar al primer resalto. 

Fuimos bajando uno a uno todos los pozos, 






muchos de ellos bastante regados, mucho más que cuando Carlos la realizó el anterior verano. 
 

En 1 hora y 45 minutos terminamos la vertical y tocamos suelo.

   

En ese momento nos dirigimos hacia el río, que llevaba muchísima agua. Supimos que nos íbamos a mojas inevitablemente, así que decidimos mojarnos desde el principio y reservar fuerzas evitando las oposiciones. Pocos minutos después de entrar al río yo ya iba mojada hasta el pecho…la travesía se iba a poner muy dura. 

 

Tardamos 4 horas y media en atravesar el rio y llegar al colector. Más de lo normal debido al caudal y la fuerza que llevaba el agua. Como ya se nos había hecho tarde, decidimos comer rápidamente para evitar volver a para más adelante, aunque esta pausa nos dejó bastante helados después de los chapuzones en el río.

Una vez recuperadas las fuerzas, nos pusimos en acción de nuevo. 






Como habíamos visto que la cueva llevaba bastante agua, decidimos evitar el sifón tomando la “Galería del Papel”. Esto puso la cosa un poco más dura, porque se trata de un laminador durante algo más de una hora, que te lleva al mismo punto al que se tarda 15 minutos en llegar atravesando el sifón.

Poco después del laminador, subimos la cuerda de escalada de 18 metros y continuamos por una galería meandriforme...



con varias cuerdas de subida hasta llegar a una última galería que te dirige directo al libro en escasos 400 metros. 



Ya estábamos en la unión con la torca de Canal. Habíamos tardado 9 horas en llegar allí. Firmamos en el libro rápidamente, bebimos algo y nos pusimos en marcha otra vez.



Nos quedaba por delante todos los laminadores, que tardamos en recorrer 2 eternas horas y media. 







Tras ellos se llega a la “Galería Cómoda”, que lo es después del sufrimiento anterior. Poco después se encuentra la “Sala de la Playa” donde se va recorriendo el cauce del río, unas veces con más agua y otra con menos, y evitando los caos de bloques encontrando sus pasos laberínticos sin dificultad.

Me sorprendió la “Galería de la Anguila” con agua hasta la cintura y techo bajo, lo que hace que el agua se vuelva oscura y llegues a preguntarte si realmente había vida dentro de ella, porque sería imposible de ver…o no...





Entre unas cosas y otras, cuando quisimos darnos cuenta estábamos “oliendo a calle”, finalizando la travesía al salir por la boca de Valle.

 
La verdad es que la travesía se nos puso muy dura, en total 14 horas, con mucho agua, calados desde el principio y alargándose al evitar el sifón, cuando salí por Valle pensé que era la primera y la última vez que la hacía, pero poco tiempo ha pasado y ya he olvidado los dolores, los moratones y el cansando. Seguramente si mañana me dijeran que si la quiero repetir, tardaría muy poco en enfundarme el mono e introducirme de nuevo en las profundidades de la torca de Caballos.


sábado, 27 de octubre de 2012

Sima Manuel Mozo

Participantes: Carlos Heras, Raúl Camacho y la que escribe, Pilar Carrasco


La mañana se despertó con lluvia y aún así decidimos ir a Valsalobre para probar suerte… teníamos ganas de cueva y nos conformábamos con que la lluvia nos dejara la tregua suficiente como para cambiarnos de ropa y aproximarnos a la boca de Manuel Mozo.  
Salimos muy pronto de Madrid para llegar a eso de las 10 a Valsalobre. Y así fue, a las 10 estábamos en Villanueva de Alcorón, pero como parecía que no iba a dejar de llover decidimos parar a desayunar en el bar.
Por fin sobre las 10:30 se abrió un claro y salimos escopetados hacia el camino forestal que lleva a la sima. Evitando charcos, llegamos al lugar donde dejar los coches. A los 10 minutos de llegar, mientras sacábamos el material e íbamos cambiándonos de ropa, otro grupo llegó y dejó el coche a nuestro lado. Nos preguntaron que qué sima íbamos a hacer, y al decirles que Manuel Mozo, les cambió la cara. Cachis! Querían hacerla ellos también, pero bueno, decidieron cambiar de plan y hacer la sima de Boca Quemada.
Ya vestidos y con el material en las sacas, nos dirigimos a la boca de Manual Mozo, en 15 minutillos andando estábamos allí.


 
 Empecé a instalar el primer pocete de 6 metros de la entrada. Detrás de mí iba Carlos y siguiéndole Camacho.



Una vez todos abajo, continué con el pozo de 90 metros, intentando desviarme lo más posible a la izquierda para hacer más pequeño el péndulo de acceso a la ventana.



El pozo es perfecto e impresionante,



no se ve el final. Sigo avanzando por la pared evitando roces y comprobando los spits, que algunos estaban pasados de rosca.


Por fin veo la ventana…haciendo peripecias, consigo llegar a ella. La verdad es que me lo imaginaba más difícil, pero una vez allí no es para tanto jeje.



El acceso al siguiente pozo de 40 m se lleva a cabo trepando un pequeño resalte con sumo cuidado, porque apenas hay repisa para instalar la cabecera.

En el principio del pozo la cuerda roza, pero no me di cuenta hasta bajados unos metros.



Así que me tocó cambio de aparatos y volver a subir. Finalmente una inmensa Y evitó el roce y con ella, llegué directa al suelo. Además, lo más deprisa posible porque el pozo era regado.



Una vez en el suelo nos dirigimos hacia el meandro. Destrepamos el resalte de 4 metros e iniciamos el meandro. Pero al ver la estrechez y rugirnos las tripas, decidimos comer y dejar el meandro para otro día con más tiempo.

Después de llenar el estómago, empezamos a subir. Nos quedaban 130 metros de cuerda que ascender. Esta vez Carlos se quedó el último para desinstalar. Y Camacho y yo íbamos los primeros.

Cuando por fin salimos a la calle estaba anocheciendo y hacía muuuucho frío. La luz del día nos dio el tiempo justo para llegar a los coches, donde nos esperaban unas cervecitas que Camacho había traído como recompensa, qué majo!! Y qué poco duraron!! Había que calmar el frío de alguna manera, jejeje.