Participantes: Javier, Gabri, Vannesa, Carlos Aranda, Carlos Heras y la que escribe, Pilar Carrasco
Gracias al famoso libro “Grandes Cuevas y Simas del
Mediterráneo” nos enteramos hace ya unos cuantos años de la existencia de la
Sima de la Higuera y de la belleza que albergaba en su interior. Habíamos
dejado correr el tiempo por la pereza de realizar los trámites previos para conseguir
los permisos de visita, pero por fin nos animamos y decidimos embarcarnos en
esta aventura. Y digo aventura cuando bien podría llamarlo yincana, pues desde
que se decide realizar la sima hasta que te encuentras delante de la boca con
las llaves para abrir la verja tienes que pasar muchas pruebas.
En primer lugar, es necesario buscar un fin de semana libre dentro
del calendario de visitas de la página www.cuevasdemurcia.com,
teniendo en cuenta que los permisos no se pueden pedir con menos de 15 días de
antelación. Una vez encontrado el fin de semana, enviamos toda la información
necesaria por correo. Tengo que decir que la contestación fue prácticamente
inmediata, indicándonos que revisarían la información y que nos mandarían la autorización más adelante, incluyéndonos
en el calendario de visitas temporalmente…primera prueba superada!
Una semana antes de la fecha elegida, sin disponer de los
permisos, me aventuré a reservar alojamiento en una casa rural de la zona para
el fin de semana, comprobando que tuviera barbacoa donde poder celebrar nuestra
visita a la sima, jeje. Finalmente, tres días antes del fin de semana,
recibimos la autorización con toda la información de recogida de llaves y
condiciones de acceso…segunda prueba superada!
El viernes nos pusimos rumbo a Murcia y además el tiempo nos
acompañaba. El sábado nos levantábamos temprano con muchas ganas de espeleo,
desayunamos y nos dirigimos al bar donde se realizaba la recogida de llaves.
Tras entregar un papel rellenado con nuestros datos nos dieron las llaves…tercera
prueba superada!
Con las llaves en nuestro poder, fuimos en busca de la boca.
En lugar de subir por la ruta habitual desde el cementerio, decidimos subir por
la carretera y dejar el coche en una pista forestal desde donde se accedía a la boca en poco
tiempo. Y así fue, en unos 15 minutos encontramos la boca con la característica
higuera que le da nombre a la sima y por supuesto, la enorme reja que la cierra…cuarta prueba superada! Por fin
llegaba el momento de disfrutar.
Como era de esperar, Carlos se lanzó el primero a instalar
el único pozo fraccionado de 70 metros del que consta la sima.
Es muy curioso
ver que bajadas varias decenas de metros, persisten las raíces de la higuera de
la boca y todavía con un diámetro considerable.
Poco a poco fuimos bajando el pozo, bastante “recogidito”
como diría Carlos; en otras palabras, estrecho en algunas zonas y un poco
incómodo, pues te vas enganchando en todos los saliente habidos y por haber.
En poco tiempo llegamos al final del pozo y nos topamos con
la primera sala: “El Lago del Arrecife”. Nuestras pupilas empezaron a
disfrutar, no tanto nuestro cuerpo, acostumbrado al frescor de la cuevas
cántabras.
Comenzamos a seguir el camino balizado, pasando algún
meandro en el que hay que arrastrarse y algún paso estrecho con destrepe final.
En breve llegamos al lago que según las condiciones de acceso a la sima hay que
pasar por los bordes de las paredes, sin bañarse, pues existe una colonia de
Batinelas. Antes de pasarlo dejamos las sacas, pues está prohibido pasar comida
desde este punto.
Aunque los más altos cruzan el lago más fácilmente, al final
todos lo cruzamos sin problemas…eso sí, con la presión de todas las cámaras
esperando captar algún resbalón inesperado con chapuzón incluido.
Tras el lago, casi sin darnos cuenta, llegamos a la Sala del
Paraíso donde las formas redondeadas de las paredes recuerdan a una tripa.
Impresiona ver esas formaciones tan peculiares en el techo y paredes de toda la
galería.
Continuando un poco más adelante, empiezan a aparecer formaciones esta
vez en el suelo que parecen los típicos huevos de la película de Alien. No podemos
dejar de hacer fotos pues todo aquello se asemeja al decorado de una película,
es increíble lo que los procesos de formación de las cuevas pueden llegar a
crear.
Llegados aquí el camino balizado termina y nos toca darnos
la vuelta. La verdad que a todos se nos hace corto el recorrido y salimos a la
calle con ganas de más cueva.
Pero como todo en la vida, hay que ver el lado
bueno de las cosas, cuanto antes saliésemos antes empezaríamos con la barbacoa.
Así que a desmontar como un rayo y a la calle a celebrarlo…así da gusto hacer
espeleo…:D