Participantes: Pilar Carrasco, Carlos Heras y Carlos Aranda
Inauguramos el año espeleológico a lo grande, con este soplao que esconde una gran maravilla para nuestros ojos.
Nos levantamos sobre las 8,00, y después de desayunar en el albergue de Ramales, nos dirigimos a Lanestosa, para dejar el
coche en una pista cercana a la carretera que se dirige a Karranza.
Hacía un día de perros, con lluvia y viento y
decidimos cambiarnos en la boca de una de las entradas a la mina, para
protegernos del temporal.
Una vez preparados, comenzamos a recorrer las galerías (en las que aún se aprecian restos de raíles y traviesas),
y a descartar todos los agujeros y gateras que nos íbamos encontrando, hasta que, por fin, al final de una galería y atravesando un paso estrecho, dimos con el acceso a la sima.
Una vez preparados, comenzamos a recorrer las galerías (en las que aún se aprecian restos de raíles y traviesas),
y a descartar todos los agujeros y gateras que nos íbamos encontrando, hasta que, por fin, al final de una galería y atravesando un paso estrecho, dimos con el acceso a la sima.
Comienza ésta en un gran bloque donde,
instalando un pasamanos en rampa, evitamos el gigantesco pozo que tenemos bajo
nuestros pies de 235 metros de profundidad. Bajamos un pozo de unos 20 metros,
que nos acerca a la cabecera del impresionante -110. Con su maestría habitual, Carlos va instalando los fraccionamientos necesarios para evitar cualquier pequeño roce, seguido de Pilar y del que escribe cerrando el grupo. Los últimos cuarenta y tantos metros de este pozo, son en volado y disfrutamos de ellos, admirando las paredes y el suelo de la gran sala caótica donde aterrizamos.
que nos acerca a la cabecera del impresionante -110. Con su maestría habitual, Carlos va instalando los fraccionamientos necesarios para evitar cualquier pequeño roce, seguido de Pilar y del que escribe cerrando el grupo. Los últimos cuarenta y tantos metros de este pozo, son en volado y disfrutamos de ellos, admirando las paredes y el suelo de la gran sala caótica donde aterrizamos.
Empezamos a recorrer su perímetro, buscando
el paso que nos conduzca a la escondida sala blanca, en la que dicen mis
compañeros, por las fotos que han visto, que voy a alucinar con las formaciones
que tiene. Después de un rato, encontramos el acceso e instalando un pequeño
pozo de 18 m, caemos en uno de los sitios más espectaculares que he visto…
Todo a nuestro alrededor (suelo, paredes y
techo) es de un blanco níveo!!!
Enormes rosetones de excéntricas, columnas, gours y banderas,
nos rodean por doquier y nuestras pupilas se dilatan con la blancura que reflejan estas joyas de calcita. Nos ponemos a plasmar todo en fotografías, aunque sabemos que la emoción que estamos sintiendo al ver esta maravilla, no se puede reflejar en fotos, por muy bien que tratemos de hacerlas.
Recorremos la sala extremando el cuidado y tratando de pisar en las huellas de los espeleólogos que nos han precedido, para intentar contaminar lo menos posible estas “cencelladas” minerales que se han formado a lo largo de miles de años y puedan perdurar otros tantos.
Enormes rosetones de excéntricas, columnas, gours y banderas,
nos rodean por doquier y nuestras pupilas se dilatan con la blancura que reflejan estas joyas de calcita. Nos ponemos a plasmar todo en fotografías, aunque sabemos que la emoción que estamos sintiendo al ver esta maravilla, no se puede reflejar en fotos, por muy bien que tratemos de hacerlas.
Recorremos la sala extremando el cuidado y tratando de pisar en las huellas de los espeleólogos que nos han precedido, para intentar contaminar lo menos posible estas “cencelladas” minerales que se han formado a lo largo de miles de años y puedan perdurar otros tantos.
Pasada hora y media, recobramos la noción del
tiempo, y aunque con pena de dejar este paisaje, decidimos volver a la
superficie. Pilar se encarga de desinstalar la mayor parte, dejándome a mi solo
el tramo final, cosa que le agradezco ;-) y en un par de horas estamos en la
calle, haciéndonos la foto de salida de cueva.
Nos cambiamos rápidamente y regresamos a
Ramales, donde después de una ducha y la cena, nos tomamos unas cervecitas
recordando los tesoros que guarda la Tierra en su interior.
PD: Muchas
gracias chicos por haberme permitido acompañaros a visitar un sitio tan
espectacular!!!