El parque Natural del Cañón del Río Lobos debería ser un lugar de paso obligado por todo espeleólogo. Sus simas no gozan de las grandes dimensiones de las cuevas Cántabras, pero no se quedan lejos. Aunque algunos ya habíamos visitado las cavidades elegidas para el fin de semana, decidimos repetir para que las nuevas incorporaciones pudieran disfrutar de las impresionantes cavidades del parque.
El sábado madrugamos bastante y quedamos en Azuqueca para poner rumbo a Ucero. En poco más de dos horas nos plantamos en el parque natural, con nuestros permisos solicitados previamente, todo el material y muchas ganas de hacer espeleo.
El frío hizo que nos cambiáramos rápidamente y con un paseo de menos de 10 minutos llegamos a la sima del Carlista, situada en una pequeña explanada al margen derecho del camino y con un cartel explicativo al lado de la boca. Existe otra entrada anterior a ésta y también en el margen derecho del camino, pero es menos transitada y está instalada con spits.
Sin más demora, me dispongo a instalar, pues el día amenaza lluvia y no es plan de tener esperando a los demás bajo el agua. El pozo de entrada te sitúa en una rampa bastante empinada y resbaladiza.
Continuamos la galería sin pérdida, hasta topar con un recoveco en el que incide la luz procedente del exterior, se trata de la segunda entrada. Más adelante nos encontraremos un pequeño resalte...
...y finalmente el pozo rampa de 90 metros. Todo el pozo está instalado con químicos y con la posibilidad de montar dos vías paralelas. Así que manos a la obra, empiezo con el pasamanos, sin prisa pero sin pausa, que si no los que vienen detrás se me duermen :P.
Y poco a poco, fraccionamiento a fraccionamiento, llegamos al final del pozo,
una gran rampa de piedras y algo de barro desemboca en una sala de grandes dimensiones y techo alto.
Decidimos continuar por una cuerda en fijo que se encuentra pasada la sala a mano derecha. Avanzando un poco más, encontramos otro pequeño resalte con cuerda fija también y algo incómodo de subir. Fue tras este resalte cuando nos dimos cuenta que el aire de la cavidad estaba algo viciado, porque cualquier esfuerzo nos costaba toda una vida. Así que llegamos a una pequeña sala de bonitas formaciones y retomamos el camino de vuelta.
Tras picotear algo en la gran sala, comenzamos a subir el pozo. En esta ocasión, Javi y Gabri harían sus primeros pinitos desinstalando junto con la ayuda de Aranda y Carlos.
En un par de horas volvimos a ver la luz del día.
Sólo nos quedaba coger los coches y volver al pueblo, para disfrutar de unas cervezas junto a la lumbre del albergue.