Participantes: Carlos Heras,
Carlos Aranda, Rubén y la que escribe, Pilar.
Tras una pausa de algo más de un mes, volvimos a retomar las actividades espeleológicas en el club. Esta vez pusimos rumbo al sur, concretamente a Málaga, para hacer la travesía de Hundidero – Gato que llevaba preparada desde hacía varios meses debido a todo el papeleo que conlleva el conseguir los permisos para realizarla.
Tras una pausa de algo más de un mes, volvimos a retomar las actividades espeleológicas en el club. Esta vez pusimos rumbo al sur, concretamente a Málaga, para hacer la travesía de Hundidero – Gato que llevaba preparada desde hacía varios meses debido a todo el papeleo que conlleva el conseguir los permisos para realizarla.
Llegamos el viernes a Ronda donde íbamos a alojarnos, bonito
pueblo que atrae a muchos turistas por su conocido “Puente del coño” entre
otras cosas. Allí estaban ya Aranda y Rubén esperándonos para cenar.
El sábado nos levantamos muy temprano para aprovechar el
fresquito mañanero. La primera parada sería un poco antes de llegar a Benaoján
donde dejamos el primer coche. Desde la carretera se divisa la espectacular
boca de Gato con su surgencia de agua utilizada por la gente para bañarse. La
segunda parada sería unos kilómetros después de Montejaque, en un pequeño
descampado. Allí metimos el material y la comida en las sacas y nos enfundamos
los neoprenos.
La boca de Hundidero no se ve desde la carretera. Para
llegar a ella hay que bajar unas escaleras con barandilla que llegan hasta el
nivel de la presa y una vez abajo girar a la izquierda. En ese punto empieza a
abrirse una especie de cañón en el que se ve, al fondo, la impresionante boca
de Hundidero.
No nos demoramos mucho en entrar, pues el neopreno estaba
haciendo que sudáramos a chorros y estábamos deseando pillar el primer charco de
agua (nota importante para el futuro, si repetimos la travesía, ponernos el
neopreno dentro de la cueva).
El principio de la travesía es una sucesión de marmitas
profundas y rápeles cortitos.
En todo momento te vas encontrando con la
ferralla de los trabajos que realizó la compañía eléctrica andaluza para evitar
las pérdidas de agua que provocaba el sistema en la presa. Puentes de madera
colgantes destrozados, cables, pasamanos antiguos,…de todo un poco.
Más adelante esquivamos el sifón por pasos superiores
primero trepando, luego cruzando un enorme gour y después rapelando para volver
de nuevo a la galería principal.
Continuamos con más marmitas y tramos más secos hasta llegar
a la Sala de los Gours.
Tras pasarla, una amplia galería nos conduce a la Plaza
de Toros que es una gran Sala circular donde nos encontramos restos de antiguas
vagonetas utilizadas por la compañía eléctrica.
Proseguimos hasta la Gran Estalagmita...
y poco después hasta
la presa.
Lo siguiente en atravesar es el Cabo de las Tormentas que es una
amplia galería inundada donde sopla algo de viento. Al recorrerla te vas
encontrando con coladas y formaciones a ambos lados y en el techo de la
galería.
Aprovechamos ésta para probar la nueva barca hinchable del club y
comprobar que aguanta el peso de los dos más fuertes (que no más gordos ;P) con
equipos incluidos.
Después de la pausa, continuamos por la Galería del
aburrimiento, en la que las continuas piedras resbaladizas del camino exigen la
máxima concentración, es por eso que se hace el silencio durante todo su recorrido
y puede resultar aburridísima.
El lago 1100 lo cruzamos sin darnos cuenta prácticamente,
pues el agua no nos llegaba ni a las rodillas.
Una vez cruzado hicimos un pequeño descanso para comer algo
y tras la comida retomamos el camino hacia “La Pérdida” donde tomamos la
galería de la derecha. Nada más salir de ella empezamos a percibir la luz de la
calle a lo lejos, aunque todavía quedaba un rato de travesía, lo que da una
idea de la inmensidad de la boca de salida.
Por fin llegamos a ella.
Además de ser enorme, tiene una
especie de fuente en su interior, con una cascada que desemboca en un lago.
Nada más salir nos encontramos las miradas de un montón de
espectadores que nos miraban con asombro. Eran los veraneantes de la zona que
habían venido al lago a pasar el día. Aprovechamos para hacer algún que otro
saltito desde las alturas y echarnos unas risas.
Una vez fuera, nos dirigimos de nuevo a los coches a
cambiarnos y a celebrar la travesía con una cervecillas por Ronda.
Se echaba de menos la inmersión en las profundidades tras la
pausa forzada de algo más de un mes y esta travesía nos dejó muy satisfechos a
todos.