sábado, 24 de mayo de 2014

Travesía Acebo - Mortero de Astrana

Participantes: Carlos Heras, Carlos Aranda, Javi, Gabri y la que escribe, Pilar


Dos años atrás nos enteramos de la existencia de esta travesía. En ese momento nos la describieron como un travesía dura y con zonas muy estrechas. El conocido rescate producido en Agosto del año pasado había aumentado nuestra curiosidad en la misma, aunque también el respeto y la duda de conseguir realizarla.
Hace un mes, aprovechando la salida a la travesía Buena – Bortal, fuimos a buscar la boca del Acebo y un gran nevero cubría todo el lapiaz donde se encuentra, haciendo imposible llegar a localizarla con exactitud.
“Tenemos que ponerle fecha ya”, es lo que pensamos viendo la duda de algunos a querer enfrentarse a las temidas estrecheces. “Y además, tenemos que hacerla diferente, ¿por qué no salir por el Mortero?”. Y así fue cómo surgió la idea de pedir permiso para realizar la Travesía de Acebo – Mortero.
El viernes por la noche nos juntamos todos en Matienzo. Sabíamos que el día siguiente iba a ser duro, así que no nos liamos mucho y pronto nos fuimos a dormir dejando preparadas antes las sacas y el material para el día siguiente.
A las 7 sonaba el despertador, ya había llegado el momento. Miradas de nerviosismo durante el desayuno, nos preparamos y cogimos los coches en dirección al Mortero de Astrana. Con el otro coche continuamos el camino hasta llegar al aparcamiento más cercano a la boca del Acebo. Eran las 10 de la mañana cuando echamos a andar.  Repetimos el camino hacia la boca que hicimos un mes antes, con el silencio que provoca la reflexión. Me recordaba a la aproximación de Cueto, con la cabeza pensando en mil cosas. Por fin, en una sufrida hora con un tramo final bastante empinado, llegamos al lapiaz donde se encuentra el acebo.


Por suerte, se había derretido el nevero, y pudimos bajar la resbaladiza rampa de hierba hasta encontrar la boca con el primer pozo instalado en fijo.
Eran las 11 cuando Carlos empezó a descender. 


Tras él uno a uno fuimos bajando. Aranda cerraba el grupo, encargado de colocar el cordino para recuperar la cuerda. Varios pozos estaban instalados en fijo y otros necesitaban  instalarse. 


En medio de la vertical, hicimos alguna parada para reagruparnos y evitar accidentes con la caída de piedras. Y sin apenas darnos cuenta nos encontramos con el último pozo volado de 14 metros que desemboca en el techo de una gran sala.



Un vez finalizada la vertical, comenzamos a andar hacia la Galería de la Fuenfría, dejando a lado izquierdos los grandes pozos de Nieves Herrero y pozo Blanco, de los cuales solo se percibe un oscuro abismo.
La Galería de la Fuenfría con su espectacular forma meandriforme se recorre con facilidad,


acabando en una pequeña ventana que conduce al pozo chimenea de 10 metros. Tras el pozo nos encontramos con la Galería del Clotoris, famosa por su paso estrecho situado en el final que pasamos sin ningún problema con los aparatos puestos. Pies por delante y cara al suelo, y pasada la zona más estrecha, un giro de tronco, nos arrastramos un poco y ya estamos fuera.


Tras descender el siguiente pozo del Espeleolirón de 15 m y continuar por una galería muy resbaladiza, llegamos a la amplia Galería AER, de gran belleza, donde podemos disfrutar de formaciones a ambos lados siempre teniendo cuidado con los patinazos.


A partir de aquí vamos bajando una serie de resaltes en forma de colada que finalizan en gours, 


unos más profundos que otros. 


Estas bonitas estampas se quedan grabadas por siempre en nuestras retinas.

Continuamos un poco más hasta llegar al pozo del péndulo...


...y tras superarlo llegamos a la sala del Vivac. Hasta ahora la travesía estaba siendo muy cómoda y no imaginábamos el poder disfrutar de tanta belleza, pero algo por dentro nos decía que lo que quedaba por delante no iba a ser tan disfrutón.  Así que decidimos avanzar un poco y parar a comer y a descansar.

 Ya con la comida en el estómago y con menos peso en las sacas, proseguimos el camino por la galería de los Mineros borrachos,  


típica galería de mina en su comienzo, pero con bloques de todos los tamaños por todas partes más adelante (puede que de ahí le venga el nombre) y que finaliza en el laminador anoréxico. Carlos pasa delante con los cacharros, pero avanzado unos metros, retrocede para quitárselos. Se puede pasar con ellos, pero para qué pasar sufrimientos innecesarios. Así que, cacharros fuera. Sin ellos,  el laminador se pasa rápidamente, sin esfuerzo y  sin dificultad, pues al estar en rampa la gravedad lo hace todo.

Avanzamos un poco más y nos encontramos con la singular belleza de la Galería de la Gubia, 


llamada así por los golpes de gubia de las paredes las cuales llegan a estrecharse bastante en ciertos puntos. Esta galería finaliza en el pozo Morlokcs de 30 m, que bajamos con cuidado pues las paredes están muy descompuestas y al tener forma de rampa la base del pozo (es una enorme colada), las piedras ruedan hasta el final de la galería, alcanzándonos alguna pero sin daños.
Continuamos por un meandro el cual se estrecha en cierto momento y hay que subir un nivel superior por una cuerda en fijo. Esta subida es realmente incómoda, pues las paredes están bastante cerca y apenas te dejan espacio para alzar la pierna. A continuación un meandro en estrecho te deposita en la cabecera del pozo del Capitán Vinazo de 25 m. Ya abajo, llegamos a la Sala de La playa, de suelo arenoso y con el río en un lateral. Allí supusimos que habrían hecho campamento los espeleólogos de Espeleominas. 

Pasamos algún pozo hasta llegar al laminador previo al paso estrecho. Decidimos quitarnos los equipos para pasar esta zona. Se trata de una fractura de unos 50 metros en rampa, en la que en todo momento debes ir buscando la zona más ancha para llegar hasta el final donde se cierra por todas partes salvo por una, el paso de Bufidos. Llegado al paso nos pusimos pies por delante y cara al suelo, y siempre buscando la zona más ancha, lo pasamos sin problemas (aunque algunos con más sufrimiento que otros…malditos donuts! ;P). 

Pasado el mal trago, tocaba ponerse el equipo y bajar el siguiente pozo que nos sitúa en la Galería del Cardín, en mi opinión la más dura de la travesía. Se trata de un laminador inclinado hacia la izquierda por donde corre el agua en su parte más baja y con el techo muy bajo en sus primeros metros, lo cual hace que te vayas arrastrando. Hay que ir esquivando los pequeños gours que se forman en el suelo para evitar mojarte. Cuando parecía que íbamos a conseguir sólo con el mono exterior un poco mojado, todo el agua de la galería se encajona por un pequeño paso estrecho. Después de atravesarlo vas totalmente empapado, lo cual le pega un collejón considerable a tu estado físico. Más adelante el techo se aleja pero  el suelo es tan resbaladizo que preferimos avanzar sentados y arrastrándonos. Pasados varios cientos de metros salimos de esta galería entrando en las ya conocidas Galerías de la Rubicera.

Tras un pequeño lío de galerías encontramos el libro y firmamos para indicar que íbamos en dirección al Mortero de Astrana. De aquí hacia delante ya es todo conocido. El nacimiento del río Rubicera y sus impresionantes galerías, el lago y sus aéreos pasamanos…


Y poco a poco vamos avanzando hacia la salida para llegar finalmente al Mortero 17 horas y medias después de haber entrado por Acebo. 


Sólo nos quedaba volver al coche, y aunque fueran las 4:30 de la mañana, no íbamos a negarnos a tomar una cervecita con el típico Farias de celebración después de una gran travesía, ambos dos bien merecidos.

Espectacular travesía que nos recuerda lo duro que es la espeleología pero que nos llena de satisfacción no solo por la hazaña realizada sino por la belleza que alberga en su interior. Sin duda es una de las travesías que se apuntan en la lista de las que hay que repetir… 

Nos gusta que los planes salgan bien...