Aunque mejor dicho podríamos llamarla Hazas tras el Jaleo…si la habéis hecho sabréis por qué lo digo y si no para eso escribo esto.
Todo empieza el día anterior, la
tarde del viernes 17 de Agosto. Poco a poco nos vamos reuniendo en “la Marga”
(Bar Coventosa) pues cada uno viene desde
un lugar distinto. Ali viene desde Guadalajara con Toño y Dafne (su family), un
viaje con muchas paradas porque la pequeñaja no aguantaba más de una hora
seguida de coche. Pili y Carlos llegan desde Francia tras acabar con todas las
ferratas de este país. Y yo, Camacho, llego desde Rivas tras un largo viaje lleno
de confusiones por la carretera.
Nada más llegar me encuentro en
la terraza a “toa la panda” bebiéndose unas cerves, y claro está, no tardo nada
en unirme y ponerme a su nivel, jajaja, aquí empieza el Jaleo! Pues no paramos
de beber cerveza y alguna copilla de orujo hasta la media noche.
Al día siguiente nos despertamos
prontito, pues nos esperaba una dura caminata para llegar a la boca de la
cueva. Caminata que todos más o menos ya conocíamos, pero aún así nos sorprende
lo lejos que está y más todavía si el sol nos vigila en cada paso que damos.
Subimos con la ropa de espeleo metida
en macutos de montaña porque de la poca información que teníamos sabíamos que
no hacia falta material, menos mal!
Una vez llegados casi a lo más
alto, hacemos nuestra primera parada para
cambiarnos de ropa y afrontar el último tramo de aproximación, el más difícil y
expuesto, ya que se tiene que caminar por el borde de las hazas.
El paisaje es increíble y la
caída desde allí arriba debe de serlo aún más. Y con esto bien presente en la
cabeza, encaramos el último tramito casi vertical sobre hierba, menos mal que
crece bien fuerte en el norte.
Ya en la boca realizamos un
pequeño repostaje y vamos para adentro, pues tras más de tres horas de
aproximación, estábamos ansiosos de entrar a la cueva.
Una vez dentro disfrutamos de una
temperatura ideal (fresquito) tras la solana de la mañana y empezamos a
patearla.
Al cabo de un rato caminando por
su interior, nos damos cuenta de que existe un pequeño hilo que te conduce por
todas las galerías, pero por todas! Por lo que si queremos realizar la travesía
no hay que fiarse mucho de él.
Esta travesía es pequeñita, así que
decidimos llevar un ritmo flojo y recorrerla entera…ya que tras la paliza de la
subida no íbamos a volver hasta aquí en mucho tiempo, jeje, y además merece la
pena pararse a ver las curiosas formas de las paredes...
...plagadas de fósiles de conchas.
...plagadas de fósiles de conchas.
Después de hora y media, decidimos
marcharnos y salir por la salida más lejana.
No sabemos como será la otra pero esta era muuuuy pequeña y graciosa, pues después de tener que encaramarte a una roca...
...y trepar entre paja, sales por un agujero cual lombriz para encontrarte de frente con todas las hazas y en un lugar en el que el terreno está mucho muuuuy vertical.
Para bajar al camino decidimos que nuestros culos tomaran tierra arrastrándolos como si la hierba fuese un gran tobogán.
Una vez en la senda, caminamos hacia nuestras cosas, que habíamos dejado en el bosquecillo anterior. Allí pudimos cambiarnos de ropa, comer un poco y echar un traguillo de agua antes empezar a bajar.
No sabemos como será la otra pero esta era muuuuy pequeña y graciosa, pues después de tener que encaramarte a una roca...
...y trepar entre paja, sales por un agujero cual lombriz para encontrarte de frente con todas las hazas y en un lugar en el que el terreno está mucho muuuuy vertical.
Para bajar al camino decidimos que nuestros culos tomaran tierra arrastrándolos como si la hierba fuese un gran tobogán.
Una vez en la senda, caminamos hacia nuestras cosas, que habíamos dejado en el bosquecillo anterior. Allí pudimos cambiarnos de ropa, comer un poco y echar un traguillo de agua antes empezar a bajar.
Ya en el río nos esperaban unas
latillas de cerveza que habíamos escondido para bebérnosla al terminar a modo
de celebración, pues “el Dire” (Carlos) había conseguido uno de sus objetivos,
realizar todas la travesías en Cantabria que aparecen en el libro de las 40
integrales de Isidoro Ortiz.