Participantes: Carlos Aranda, Raúl Camacho,
Rubén Gálvez, Eduardo Heras, Pilar Carrasco y el que escribe, Carlos Heras.
En semana santa, como acostumbramos, decidimos subir a
Cantabria para hacer alguna de esas travesías tan impresionantes que tanto nos
gustan. En esta ocasión queríamos realizar la travesía Cueva de Valturón – Cueva
del Lobo, que se trata de la travesía de mayor vertical del famoso sistema del
Lobo.
Como siempre, el madrugón es bastante considerable, y a las
7 de la mañana ya estábamos todos arriba dispuestos para la aventura. Tras un
copioso desayuno y los preparativos pertinentes (pilas, material personal,
sacas de cuerda, comida....), nos dirigimos en dos coches hacia el puerto de la
Sía. Ya en el aparcamiento (aproximadamente en el punto kilométrico 15), nos
cambiamos de ropa y nos preparamos para la larga aproximación hasta la cueva de
Valturón. Una vez en marcha la cosa no parece para tanto, pero los que ya hemos
estado en la boca de esta cueva sabemos que el acceso es durillo. Tras hora y
media de caminata pasamos a escasos 200 metros de la boca de Torca Fría y Cueva
Fría, las cuales pertenecen también al sistema del Lobo y forman parte de la
travesía más famosa del sistema…aunque nuestro objetivo se encuentra aun más
lejos todavía.
Media hora después (dos horas desde el aparcamiento) llegamos a
la boca de Valturón, la cual tiene un tremendo nevero justo enfrente del
pequeño laminador de entrada.
Después de descansar un ratito y colocarnos los equipos
verticales, comenzamos la travesía en la cual no habíamos estado nunca ninguno
de los participantes, lo que la hacía más emocionante todavía. La entrada nos
obliga a reptar por un largo y húmedo laminador hasta que encontramos una zona
más ancha a mano derecha.
Una vez aquí, un corto meandro nos conduce hasta un
primer pozo, el cual debemos rodear por la izquierda hacia unas galerías
superiores.
Después de decenas de metros observamos a la izquierda una gran
colada que se precipita en un R12 el cual debemos descender.
A partir de aquí
comienzan a sucederse los pozos uno tras otro: un pozo de 9 m nos conduce
inmediatamente en otro de 18 m, los cuales pueden tener algún aporte estacional,
tras estos pozos descendemos un p14 y un p28, en el cual debido a una pequeña
confusión tardamos un ratillo ya que por unos segundos pensábamos que ya
habíamos llegado al pozo del péndulo.
En este punto, la travesía continúa por
un estrecho conducto conocido como la cloaca, cruzarlo al principio era
gracioso pero con el tiempo acabó pasando factura.
Rubén fue el primero en adentrarse en este estrecho conducto.
Tras un rato oyendo como se ríe, por fin su voz nos confirma que consigue ver
la cabecera del esperado pozo del péndulo. Al escucharle, le sigo sin pensarlo dos veces.
Al principio
el arrastrarse por el barro es gracioso, hasta que vi a Rubén convertido en
tableta de turrón de almendras, todo su cuerpo era una gran bola de barro muy
asqueroso...y si él estaba así quería decir que yo también lo estaba. Una vez
juntos, le pregunté por la cabecera del pozo, ya que el sitio donde nos
encontrábamos era bastante estrecho y lleno de barro y con él delante no podía
ver ninguna chapa donde instalar la cuerda. Pero Rubén me dice: “La cabecera
está ahí”, señalando una estrechez de unos 30-35 cm de anchura y además en curva. Creo que mis
palabras exactas al ver la estrechez fueron: que cabrón eres como me la has
liado…pero sin pensarlo ni un momento comencé a introducir el cuerpo por el
estrecho agujero.
El primer intento fue fallido y tuve que retroceder para
quitarme el descendedor ya que este no me dejaba avanzar. En el segundo intento me percato de que la
salida de la estrechez está a unos dos metros y medio del suelo, el cual es una
rampa que conduce directamente al pozo. El paso es un pelín delicado, sobre
todo para el primero en cruzar, ya que tiene que salir volando y con tanto
barro es fácil escurrirse. Mientras consigo cruzar la estrechez con éxito
ayudado por Rubén, los demás esperaban su turno con impaciencia, sin saber el
gracioso paso que les espera. Ya al otro lado del agujero, tras haber comprobado
lo estrecho e incomodo del paso, Rubén y yo decidimos que Aranda fuese el siguiente en pasar ya que es el más
grande de todos y entre los dos le podíamos ayudar. El resto del grupo seguía
con sus risas y su cachondeo hasta que oyen la voz de Rubén llamando a Aranda, el cual cerraba el
grupo. La carilla de todos se convirtió en un poema, ya que saben de sobra que
esto significa que hay un paso complicado. Como es lógico la cara de Aranda
también era un cuadro, pero quitándose los aparatos verticales y con ayuda, cruzó
la estrechez como un rayo. Después uno a uno fueron ayudándose y cruzaron el estrecho
paso sin complicaciones, mientras desciendo el pozo del péndulo y poco a poco
todos me siguen sin problemas. La recuperación de la cuerda en este pozo es
bastante delicada pero Aranda lo resuelve sin dificultad para poder proseguir
con la travesía.
Tras un pequeño descanso para echar un trago de agua, continuamos
la travesía por una corta galería que nos conduce directamente al último pozo,
que teníamos entendido era muy problemático para la recuperación de la cuerda.
Una vez en el, coloco la cuerda y desciendo lentamente comentando a los demás
que no sé ni hacia donde tengo que dirigirme, pero poco después consigo tocar
suelo y doy el libre para que los demás me sigan . En este punto todos
empezamos a acusar el paso por la cloaca ya que el cuerpo no era capaz de
calentar la asquerosa capa de barro húmedo que nos cubría por completo. Cuando todos
tocamos el fondo del pozo, comenzamos con la recuperación de la cuerda, que efectivamente
era una lotería. Pero aquella vez tuvimos muchísima suerte y todo salió
perfecto aunque con dos pequeños enganchones. Desde aquí continuamos salvando
un resalte, que debemos trepar para posteriormente destreparlo y unos metros más
adelante descendemos por un estrecho agujero que encontramos en el suelo (cuerda
fija). Avanzamos sin problemas por un
meandro llamado, “meandro de la báscula”, en el que hay que buscar
continuamente la mejor opción para superar las continuas estrecheces. Poco
después de abandonar el curso del meandro y tras subir a una repisa por la
derecha, con una delicada trepada en sus últimos metros, continuamos por una galería
de mayores dimensiones que a la derecha nos conduce a la tremenda “sala de la
cabra”. Proseguimos de frente por la gran “galería de los Campistas” que más
adelante gira a la derecha entre una zona de bloques hasta la “galería del
flysch”. Esta grandiosa galería nos dirige directamente hasta la grieta que a
mano izquierda nos conduce al exterior de la cueva del lobo.
Tras 8 horas de travesía nos encontramos en la calle, con un
día de niebla que no se parece en nada al que dejamos cuando entrabamos por Valturón.
Ya que el clima no acompaña, decidimos apresurarnos para llegar a los coches
cuanto antes para que no se nos haga de noche. El camino hasta el coche no es
fácil y por desgracia Camacho se hace daño en un tobillo, pero con un poco de ayuda
llegamos todos al coche sin problemas. Me parece que lo que viene después no es
necesario contarlo pues es un poco lo mismo de siempre: risas, cervezas,
comentarios de las mejores jugadas, etc.
CURIOSIDADES Y ADVERTENCIAS
- Como curiosidad más
significativa, destacar como la única cámara que llevábamos, que es acuática y ha
realizado varias travesías con mucha agua y barro, al cruzar la cloaca dejo de
funcionar y no volvió en sí hasta que en la calle conseguimos limpiar todo el
barro que la cubría por lo que no realizamos muchas fotos.
- Como advertencia,
recordar que tras la cloaca se pasa frío, aunque de costumbre no lo pasemos en
otras cuevas, y esto se debe tener en cuenta. Por lo demás recordar que es una
travesía de las grandes así que no se debe subestimar.