sábado, 19 de julio de 2014

Travesía Sil de las Perlas - Covona

Participantes: Carlos Heras, Carlos Aranda, Vannesa, Rubén y la que escribe, Pilar


Una travesía sin una gran vertical es como si estuviera incompleta...o al menos esa es mi sensación. Después de haber realizado Valporquero-Covona y Sil de Perlas-Covona, sin lugar a dudas me quedo con la segunda (aunque no le quito grandiosidad a la primera, que es muy bonita también). Y eso mismo es lo que quería transmitirle a Vannesa cuando le dije que propusiera hacer Sil de Perlas-Covona en el club, pues ella también había realizado Valporquero con los guías de la zona, pero el Sil deja otro sabor de boca distinto. Y así es como surgió la idea de repetir esta gran travesía que habíamos realizado ya un par de años atrás. 

Para no perder la costumbre, madrugamos bastante, pues pretendíamos realizar el Barranco de Cacabillos por la tarde. Desayunamos y pusimos rumbo a Valporquero de Torío. Después de dejar uno de los coches en el pequeño parking de las inmediaciones de la cueva Covona, nos plantamos a las ocho en el mirador de la Atalaya donde comenzamos a equiparnos. La verdad que la temperatura era baja (lo que viene a llamarse un frío de pelotas) así que no nos costó mucho ponernos el neopreno. Esta vez no hubo despiste en el acceso al Sil y en 15 minutillos llegamos a la boca. 


Las primeras rampas de 19 metros estaban instaladas en fijo y rápidamente nos plantamos en la cabecera del pozo de 25 metros que no es mas que una apertura en el techo de la impresionante sala de la Gran Campana, repletísima de formaciones que te dejan boquiabierto mientras desciendes.


Después de recrearnos haciendo fotos en esta maravillosa sala, continuamos nuestro camino por amplias gateras hasta alcanzar, tras un pequeño destrepe, la Sala del Lago donde hace millones de años tuvo que existir un enorme gour que hace que el suelo este suspendido en el aire. 


Justo en esta sala se encuentra la estrecha cabecera del pozo de 33 m. En un principio puede asustar pero se pasa fácilmente y sin problemas. Este pozo está dividido en 3 tiradas de cuerda y a continuación nos encontramos el pozo de 56 m que en dos tiradas nos sitúa en pleno curso de aguas. Cantar libre en esta última tirada es complicado si no llevas silbato, pues el ruido del río apenas deja escuchar al compañero.

Llegados a este punto, y después de reponer fuerzas con una barrita, continuamos río abajo en busca de la salida por Covona. 


En el camino nos vamos encontrando la Sala de la prensa, con una enorme formación blanca en el suelo de la misma; los Rápidos, una sucesión de pequeñas marmitas y cascadas; 


la Sala Peñalva donde se encuentra la Gran Cascada de 17 metros que descendemos por el anclaje situado a la derecha; 


la Cascada del Cable en la cual realizamos un tobogán evitando así el pasamanos; la Cascada de la Dificultad que rapelamos por la derecha; el Paso de la Muerte y finalmente la gran Sala de las Perlas de gran altura y con el suelo cubierto de gravilla, donde subimos por una escala para introducirnos en la Galería de la M.

Esta galería es muy peculiar ya que se trata de un tubo casi perfecto que avanza en horizontal para después descender, atravesando un pequeño sifón, para después volver a ascender y volver a descender, lo que viene siendo un M. El sifón estaba prácticamente sin agua y lo cruzamos sin problemas.


Después de bajar el último tramo de la Galería de la M ya estamos en la Covona donde la gran cantidad de luz que entra por su enorme boca nos deja cegados. 




Reunidos todos en la boca, seguimos el curso del río hasta llegar a la cabecera de la cascada en volado de 30 metros. El descenso de la misma es impresionante y la belleza aumenta si los rayos del sol inciden en el agua, formándose un gran arcoiris a tus pies. 


Poco más adelante nos encontramos con otra cascada de 17 metros que pone fin a esta aventura. Sólo nos queda avanzar río abajo hasta toparnos de frente con el parking donde hemos dejado el coche.



sábado, 5 de julio de 2014

Cueva de la Leze

Participantes: Carlos Heras, Carlos Aranda, Vannesa, Jorge y la que escribe, Pilar


Descubrimos esta cueva-barranco hace algo más de un año por casualidad. Estábamos por la zona escalando vías de varios largos, cuando en uno de esos largos nos encontramos con el equipador de las vías que estaba reinstalando una cabecera. Hablando con él salió el tema de que practicábamos espeleología y barranquismo, y fue cuando nos indicó la existencia de una cueva-barranco muy próxima donde además la gente accedía a la boca haciendo un volado de 60 metros...en cuanto oímos eso los ojos se nos pusieron como platos y nada más terminar de escalar fuimos a buscar dicho tesoro. Lo que vimos nos impresionó tanto que marcamos la actividad como obligatoria y nos prometimos no tardar más de un año en realizarla.

Pasó el tiempo y por fin se alinearon los astros para ir un fin de semana a Egino, localidad donde se encuentra la Cueva de Leze. Había habido tormentas los días anteriores, y teníamos miedo de encontrar el barranco con demasiado agua, así que preguntamos a los guías de la zona los cuales nos dijeron que estas aguas le habían venido muy bien al barranco, que ya andaba muy seco últimamente. 

El sábado madrugamos con la idea de acabar pronto e intentar hacer algún barranco por la tarde. Nos dirigimos desde Egino hacia Llarduia y cogimos el desvío hacia Leze, donde dejamos el coche en el parking. Antes de equiparnos, dimos un vistazo al agua que salía por la boca de salida, no parecía mucha...así que manos a la obra. Tras equiparnos comenzamos con la aproximación. En media hora aproximadamente llegamos a la brecha de Koloxka, un agujero natural en mitad de la pared que conecta directamente con la Hoya de la Leze y que se encuentra unos 10 metros por debajo una cruz de hierro. Desde el agujero las vistas son impresionantes y el volado perfecto de 54 metros pone los pelos de punta a cualquiera. 



Como no, Carlos se lanza el primero a equiparlo, y uno a uno vamos bajando. 




La sensación de estar colgado a mitad de pared con toda la Hoya de Leze delante de ti es indescriptible. 



Y cuando tocas suelo pareces haber entrado de repente en un bosque de hadas, la cantidad de vegetación y los árboles centenarios recrean un ambiente de ensueño. 



Una vez todos en el suelo, seguimos bajando por rampas bastante empinadas y embarradas hasta encontrar el siguiente rápel cuya cabecera estaba en un árbol. Y así uno tras otro fuimos bajando todos los rápeles de acceso hasta encontrarnos de frente con la boca de entrada de la cueva de Leze. 



Y la preciosa cascada que vierte su agua a la misma.



La boca es una agujero vertical enorme, muy semejante al agujero de salida y la oscuridad y el frío que desprende parece sumergirte en el abismo. Ya dentro del barranco-cueva únicamente nos quedaba ir descendiendo sus resaltes y sus rápeles por zonas donde las paredes se estrechaban para luego volverse a ensanchar. 



No hicimos ningún salto, pues no había suficiente agua para ellos. Y en un par de horas empezamos a divisar de nuevo la luz de la calle aunque todavía nos quedaban algunos pequeños rápeles por descender. 



Finalmente, un pequeño resalte entre hierros de una antigua pasarela te deja en la grandísima boca de salida que se puede ver desde la carretera. Travesía de gran belleza sobre todo por el acceso a la Hoya de Leze por la brecha de Koloxka y muy recomendable pues sorprende gratamente ya que para nada esperas encontrar lo que ves.