sábado, 12 de mayo de 2012

Torca del Carlista (Vizcaya)

Carlos, Edu, Aranda, Anita, David y yo, Pilar

A las 9:30 de la mañana nos juntamos Carlos, Edu, Aranda y yo, Pilar, con David y Anita en el parking de la Cueva de Pozalagua dispuestos a bajar los -349 m de profundidad de la Torca del Carlista. La niebla cubría toda la montaña y de no ser porque Carlos y yo ya habíamos buscado la boca de la cueva hubiera sido imposible encontrar el camino hacia ella.

Comenzamos a subir hacia el pico del Carlista, empapándonos con los matorrales mojados por la niebla, tan densa en algunos tramos que casi salimos corriendo al confundir con un oso la silueta de un caballo que pastaba tranquilo con su potrillo en mitad del sendero.



A pesar de la mala visibilidad, en poco más de 45 minutos nos plantamos en la boca de la cueva.













Rápidamente Carlos empieza a instalar el pozo curvado de entrada que termina en el techo de la “Gran sala Jon Arana” donde se instala el impresionante volado de poco más de 90 m.








Poco a poco fuimos bajando uno a uno.





Es muy difícil expresar la sensación de vacío que se tiene al descender por la cuerda. Las paredes se alejan cada vez más hasta que en el centro de la sala la oscuridad te rodea completamente, lo único que se puede ver es la continuación de la cuerda y la diminuta luz de los que ya estan abajo.





Sólo se nota que desciendes porque cada vez duele más la mano izquierda de apretar el descendedor y la derecha de sostener la cuerda, pero no porque se vea el suelo acercarse, pues sólo se empieza a apreciar el final del pozo a escasos 20 metros del suelo.



Una vez bajamos todos comenzamos a recorrer la gran sala dispuestos a verlo todo. Subir bloques, bajar bloques…así durante 3 horas en las que pudimos ver formaciones de todos tipo: aragonitos, estalactitas, estalagmitas, macarrones, excéntricas, banderas…










































Varios resaltes instalados en fijo nos guían hasta la cota mínima de la cavidad donde descubrimos que todas las formaciones vistas hasta el momento no tienen comparación ante la majestuosidad del sifón Terminal. La próxima vez nos traeremos “botellas” para “bucearlo” como se merece…jejeje.



Un vez tocado fondo iniciamos la vuelta a la cuerda del volado y tras dar cuenta de la comida y sobre todo del agua (hacía tiempo que no pasaba tantísimo calor en una cueva), comenzamos a subir. Primero yo, luego Anita, Edu, Carlos, David y finalmente Aranda, quien demostró su buena forma física desinstalando toda la cueva.

Mientras volvíamos a los coches, todos comentábamos lo mismo, la Torca del Carlista nos había impresionado, pero no solo por el gran volado y la inmensa sala, sino por la cantidad de formaciones que puedes encontrar escondidas en su interior. De nuevo las profundidades de la tierra nos habían vuelto a sorprender.